jueves, 17 de mayo de 2012

Golborne: Vacilaciones en la ruta.


Está claro que el ministro candidato no sabe qué hacer y deambula entre una y otra propuesta en busca de los votos que lo lleven a donde nunca pensó llegar.
El proyecto de un cinturón que rodee Santiago es un viejo sueño de los urbanistas. Ya en los años 60 - cuando se planificaba el desarrollo de la ciudad con mirada de futuro - se hablaba de la circunvalación de Américo Vespucio. Cuando este anillo se concretó ya era insuficiente, tanto porque la ciudad se había extendido más allá del límite que parecía determinar, como porque el aumento de los automóviles hacía más lentos los desplazamientos. 

Las rotondas, que fueron la solución por un tiempo, se mostraron no sólo incapaces de solucionar los problemas, sino que terminaron por agravarlos. Vinieron, entonces las autopistas urbanas, respondiendo a distintos modelos. En el sector sur de Santiago y en la zona poniente, se privilegia la autopista abierta - incluyendo el Metro en algunos tramos - creando un monumento al "feísmo" y la ruptura de la fluidez en la comunicación de los vecinos que quedaron separados por esta frontera urbana. 

El tramo sur de Vespucio revela un espectáculo lamentable que condena a los habitantes del sector a separaciones artificiales donde antes había vecindario.

Faltaba unir el sector oriente. Y entonces viene la solución de los nuevos urbanistas, habitantes de urbes europeas asistidos por expertos en finanzas y cálculos de ganancias rápidas, quienes proponen que en el tramo de Las Condes y Vitacura, la carretera corra en forma subterránea y en el tramo de La Reina, Ñuñoa y Peñalolén corra por superficie. Los vecinos se alzaron y en medio de una defensa inútil, cayó el ministro y su sucesor, Sergio Bitar, se comprometió a que todo el nuevo tramo debía ser subterráneo, aunque parte de su construcción fuese abierta para luego ser cubierta.
Esto debería hacerse, debido a que quienes diseñaron el Metro que corre por allí lo hicieron muy cerca de la superficie, no dando el espacio suficiente para que este proyecto pudiera construirse con el sistema de "Túnel minero". Nunca más, dijo el ministro de Bachelet en presencia de autoridades locales, entre ellas el diputado Jorge Burgos, se aceptará que se cometan atrocidades como las del sector sur, donde se perjudicó a los pobladores de esas comunas.
Con el cambio de gobierno, pareció que los planes se demorarían un poco, pues se comenzó a poner más atención a los proyectos que benefician directamente a los habitantes de las comunas del sector nororiente de la ciudad (Vitacura, Las Condes, Barnechea y, ahora, la parte nueva de Huechuraba y Colina).
Con el cambio de ministro, al designarse para el cargo al precandidato presidencial, se le hizo un flaco favor al desarrollo de la ciudad, porque el funcionario, en su afán de ganar simpatías, inició discursos erráticos, en los cuales señala constantemente los problemas de costos del proyecto en la zona que toca a las tres comunas que no son el hábitat de sus aspiraciones de clase, no importando ellos en Vitacura y Las Condes para el mismo y otros proyectos. Pero, cuando se da cuenta de la cantidad de votantes que tienen las comunas que el menos considera, vuelve a la carga con la idea de la trinchera cubierta o del túnel minero.
Está claro que el ministro candidato no sabe qué hacer y deambula entre una y otra propuesta en busca de los votos que lo lleven a donde nunca pensó llegar. Sus incoherencias quedan de manifiesto, asimismo, con el proyecto privado de Costanera Center, propiedad de la empresa de la cual fue su gerente general hasta poco antes de ser Ministro. Fue impulsor de un proyecto del que, al no ser simpático hoy para la mayoría de los santiaguinos, pretende alejarse, diciendo incluso que no asistirá a su apertura.

Golborne está perdido en el espacio de sus aspiraciones y de las decisiones ministeriales. No sabe a quién responder: si acaso a los que promueven su candidatura y eventualmente la financiarán o a aquellos que tienen los votos para elegir. 
Sin duda que la multiplicidad de los discursos y la confianza en que unos y otros no se comunicarán, le permite seguir estos sinuosos caminos políticos, lo que tiene límites. En algún momento deberá decidir, salvo que los acontecimientos definan antes su discontinuidad en el cargo, ya sea para alzarse como el candidato de la derecha o simplemente para que no compita con el Presidente en su carrera de apariciones públicas y vacilaciones perpetuas.


Mario Palma.
Abogado ambientalista.

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