No es casual el emputamiento general. Lo que sucede simultáneamente con los reclamos por la educación, las pensiones, la salud, el medio ambiente, el transporte público o el trabajo, no es fruto del azar.
Aysén y Magallanes son reflejo del mayoritario sentimiento de postergación de las regiones. Acá no hay un problema puntual. Hay un problema general, y es el modelo plasmado en la Constitución. Llegó el momento para que abramos en Chile el debate de una Asamblea Constituyente.
Los modelos de sociedad están configurados por su orden económico y político. En Chile tenemos uno neoliberal. Modelo impuesto por una dictadura cívico militar, a punta de asesinatos, desapariciones, exilios, toques de queda y torturas, mediante la constitución del 80. Esta nos rige hasta el día de hoy.
Las modificaciones en los gobiernos de la Concertación solo fueron aquellas en las que una parte de la derecha estuvo disponible a tranzar. Estas solo hicieron que la Constitución no fuera “tan” injusta. Pero la Constitución y con ello el modelo, siguieron siendo los mismos.
Las consecuencias se viven hoy. El Chile actual no da más. La Universidad de Chile en sus estudios ha determinado que aproximadamente el 40% de las consultas médicas son por depresión. Estamos todos medios estresados e irascibles. No hay respeto ni cariño con el otro. El mercado nos enseña desde pequeños que con nuestros compañeros solo competimos. La mayoría vive endeudado hasta el cuello. La mayoría vive con miedo a ser despedido y no tener dinero para sobrevivir.
La realidad de millones se contrasta con la de unos pocos que han transformado a Chile en su gran negocio. Por ello se hace imperioso derogar esta Constitución y crear una nueva.
Una asamblea constituyente no es más que el ejercicio de la democracia llevada a su punto más alto. Los ciudadanos, todos juntos, sin exclusión política, religiosa o social, decidiendo su presente y su futuro.
Organizadamente y luego de debates, la ciudadanía elige entre sus pares a los cientos de constituyentes, quienes plasmaran ese debate y se encargan de redactar una nueva Constitución. Para que sea un reflejo de lo que realmente quiere la ciudadanía, esta nueva constitución se somete a plebiscito nacional para democráticamente aprobarla o rechazarla. ¿Qué sencillo no?
Esta sería la oportunidad para debatir temas de fondo y decidir entre todos. ¿Qué hacemos con el dinero de nuestras jubilaciones? ¿Se lo pasamos para que hagan negocios un grupo de dueños de AFP´s y el resto jubilamos a lo más con el 30% del último sueldo? ¿La educación la garantizamos como un derecho, o se la damos a las reglas del mercado, endeudando a los estudiantes hasta el 2040? ¿Le dejamos el agua entregada privilegiadamente a las mineras arriesgando el consumo humano?
¿Y con nuestros recursos naturales? ¿Qué hacemos? ¿Estamos de acuerdo que el 60% de la minería, esté en manos de privados? ¿Nos hacemos cargo de parar la destrucción del medio ambiente? ¿Termoeléctricas, plantas nucleares o energías renovables? ¿Y la seguridad alimentaria? ¿Le entregamos la semilla Chilena a transnacionales transgénicas? ¿Qué hacemos con la salud? ¿Qué opinamos de las Isapres? ¿aborto terapéutico? ¿Igualdad de derechos para la diversidad sexual? ¿Reconoceremos al pueblo mapuche? ¿Internet asegurada por el estado? ¿Medios de comunicación públicos? ¿Fomento a la producción de las pequeñas y medianas empresas? ¿Dejamos que las personas que viven en regiones dejen todas las decisiones relevantes a las personas que viven a cientos y miles de kilómetros en Santiago o descentralizamos realmente? Estamos finalmente de acuerdo con un estado subsidiario que solo interviene cuando se vive en la miseria
Solo he querido enumerar algunos debates posibles para ejemplificar la riqueza del debate que se podrá llevar. Tener una asamblea constituyente, sería simplemente, darle poder a los ciudadanos. Ejercer una profunda democracia.
La Asamblea Constituyente no está en los debates de la clase política ni en los medios de comunicación. Algunos oportunistas -para evitarlo- dirán “no es prioridad de la gente”. Por lo mismo, el primer desafío, es instalarlo como debate nacional. Discutirlo en universidades, sindicatos y juntas de vecinos. Plantearlo en los movimientos y partidos políticos. Hablar de esto en Facebook y Twitter. Emplazar a los candidatos presidenciales a que den su opinión y lo incluyan en sus programas de gobierno. Organizarse, hacer pedagogía y generar consciencia.
El desafío es grande. La legislación no acompaña. Muchos poderosos se opondrán. Puede incluso llevar mucho tiempo concretarlo. Pero en algún momento hay que empezar, y ese momento está llegando. Es hora de caminar a la segunda independencia de Chile. La que nos haga libres y soberanos a todos.
Es momento de decir con fuerza #AsambleaConstituyente!!
Daniel Manouchehri tiene 27 años y es ex dirigente estudiantil, @dmanoucheri, Columna además publicada semanario en The Clinic.
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