Tal vez el problema central no es de los administradores económicos del sistema, sino que corresponde a la sociedad toda, liderada por el Estado y por sus mejores intelectuales: para qué enseñar, qué enseñar y cómo enseñar.
Sería aventurado de mi parte situarme en esa mirada, sobre todo en una hora en la que las urgencias nos exigen poner atención en aspectos más concretos. A propósito de los intentos del gobierno de hacer modificaciones en las normas tributarias, se ha dicho que se persigue aumentar la recaudación para mejorar la educación. Al respecto, es interesante observar que en el mismo proyecto hay normas destinadas a apoyar a aquellos sectores medios que opten por la educación privada en desmedro de la pública.
El tema de los recursos es indispensable para mejorar las instalaciones de los establecimientos educacionales e incrementar la cantidad y calidad de los docentes. Una buena escuela pública - y sea en el modelo municipalizado, que ha demostrado ser un desastre, o en el modelo estatal centralizado - requiere de infraestructura, implementación adecuada y una cantidad de docentes por alumno que asegure que el profesor puede prestar atención a los niños y jóvenes que están a su cargo. Una buena escuela no sólo debe ser hermosa y grata, sino también debe permitir una buena relación entre los educandos y de ellos con sus guías y maestros.
La realidad es muy dura. Conozco bien el caso de mi comuna, La Reina, donde hay numerosos establecimientos educacionales de diversos ámbitos. Municipales son 7. La diferencia entre los privados y los públicos en término de infraestructura, número de docentes y rendimientos es abismante, lo que revela una despreocupación escandalosa por parte de las autoridades.
El estado de los establecimientos es realmente precario, habiendo casos que no tienen explicación, especialmente por los negocios que se hacen en torno a ellos. Me refiero específicamente al Colegio Confederación Suiza, cuya situación de infraestructura revela un deterioro que sólo puede ser fruto de la desidia del municipio y su Corporación de Desarrollo Social. Esto es grave y delicado, más aun si acaso se tiene presente que parte de los terrenos de este establecimiento han sido arrendados a una constructora privada, pero el fruto de ese arrendamiento no va a beneficiar al establecimiento. ¿Dónde van esos recursos? Probablemente la Corporación los utilizará en muchos de sus fines propios, pero no los ha destinado a beneficiar al propio colegio que ve cómo avanza su deterioro en la misma velocidad que el Mall que se construye y hace tan felices a las actuales autoridades.
Y junto a eso, La Reina luce un rendimiento de la educación municipalizada que es de los peores del país, lo que no se condice con la posición socio económica de la comuna. Muchos podrían creer que La Reina puede ser un modelo de buena administración y de buenos rendimientos. ¡No! Justamente es de las peores en ambos rubros, lo que queda patente si acaso se confronta la realidad de la PSU o del SIMCE. En la primera prueba, sólo un tercio de los alumnos de la educación municipal sobrepasa los 450 puntos, mientras que en la educación privada ello llega al 96%.
Mientras la sociedad discute, de los alcaldes y las corporaciones que dirigen debe esperarse que asuman en serio su preocupación por el estado de los establecimientos y la situación de los estudiantes.
Cuando hablamos de la política y la corrupción, estamos justamente en esta perspectiva: que quienes ejercen cargos cumplan al menos con los mínimos necesarios para que todos los sectores tengan un desarrollo equitativo y no abandonen a lo sectores más pobres en aras de sus propios intereses.
Mario Palma Torres.
Abogado Experto en temas Ambientales.
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